*Coronel Retirado Fernando Montenegro
Es posible que la elección de Río de Janeiro como escenario
de los principales eventos internacionales en los próximos años haya sido
precipitada. La realización de eventos de la envergadura de una Copa del Mundo
o de una Olimpíada exige mucho más que la construcción de estadios deportivos,
la tímida expansión del metro y de algunos ejes de autobuses. La ciudad es la
cuna del crimen organizado en Brasil y, hasta la actualidad, ha exportado
criminales de alto grado de peligrosidad a otros estados, e incluso hacia otros
países. En el mes de mayo, integrantes del Comando Vermelho fueron apresados en
Paraguay. Unos días más tarde, un turista alemán fue baleado mientras visitaba
el barrio de la Rocinha.
La situación de la seguridad pública en la ciudad, retratada
en películas como Ciudad de Dios y Tropa de Elite, entre otras ha mejorado,
pero está lejos de ser cómoda. El actual gobierno de Río de Janeiro fue forzado
a intensificar sus acciones cuando en el mes de noviembre del 2010 los líderes
del Comando Vermelho afrontaron ostensiblemente al poder público.
En dicha oportunidad, más de 20 personas murieron y decenas
de vehículos (autobuses y automóviles) fueron incendiados en varios barrios de
la ciudad, caracterizando los actos de terrorismo contra la población.
Al cuestionarse su capacidad de garantizar la seguridad de
los eventos, y ante las gigantescas inversiones que el estado podría dejar de
recibir, se realizó entonces un esfuerzo inédito concentrando policías para que
invadieran una región que el poder público abandonó hace décadas. Aunque se
haya transmitido en vivo por la televisión la fuga de los traficantes de Vila
Cruzeiro al Complejo de Alemão a través de la Serra da Misericórdia, y aunque
el área haya sido posteriormente ocupada por el Ejército durante 19 meses, no
se puede olvidar que la ciudad posee cientos de estos asentamientos.
Aunque las Unidades de la Policía Pacificadora (UPP) se
hayan instalado en algunas de ellas, la aniquilación de las organizaciones
criminales como el Comando Vermelho, Terceiro Comando Puro y Amigos dos Amigos
está muy lejos de ser una realidad. Las actividades han sido apenas moderadas,
es decir, son menos ostensibles. El consumo interno de drogas en las favelas es
bastante significativo y garantiza el lucro de los traficantes; además de eso,
la gente sigue yendo a comprar drogas en las favelas para consumo propio, o
para la reventa.
La ansiedad por promover a la ciudad como un lugar
completamente regenerado de la violencia es algo precipitado. Las favelas
cariocas han sido presentadas hasta en películas producidas en Hollywood, como
Hulk y Rápido y Furioso 5.
Es natural que eso genere curiosidades en los extranjeros.
Aprovechando esa premisa, las empresas comenzaron a promover una verdadera
“ruleta rusa”, al vender paquetes turísticos que incluyen visitas a las
favelas, como si se tratara de una actividad absolutamente segura.
No hace falta hacer investigaciones muy profundas para
verificar la fragilidad del sistema de seguridad pública carioca y la enorme
exposición que tiene un turista cuando decide andar por la ciudad.
El ataque de los traficantes a la UPP del Complejo de Alemão
a finales de mayo provocó el adelanto de un evento deportivo que contaba con la
presencia del mismísimo secretario de Seguridad del estado de Río de Janeiro.
En el mes de abril, la prensa transmitió violaciones sexuales en vans, el ataque
en masa (arrastão) a un colectivo del Corcovado, además de las centenas de
delitos que simplemente dejan de ser registrados por la ineficiencia de la
Policía Civil para capturar a la demoledora mayoría de los autores de estos
crímenes, o por la burocracia de las comisarías de la ciudad.
A esto se le suma el gravísimo problema de las milicias de
la ciudad de Río de Janeiro que controlan varias favelas. Están integradas por
policías, bomberos, vigilantes, agentes penitenciarios y militares, ya sea
fuera de servicio o todavía en actividad. Varios miembros de las milicias viven
en las comunidades y cuentan con el respaldo de políticos y líderes
comunitarios locales.
Como ya no hay forma de abortar los grandes eventos, resulta
imperioso fiscalizar a las empresas que han promovido paseos turísticos
irresponsables a lugares que no garantizan la seguridad de los turistas. Cabe
recordar que la mayoría de los cariocas que viven en el “asfalto” nunca visitó
una favela, por cuestiones de seguridad más que de prejuicio.
*Fernando Montenegro es Coronel Retirado del Ejército
brasileño, de Fuerzas Especiales, Comandos y Paracaidista, especialista en
Contraterrorismo y dos veces comandante de una Fuerza de Tareas Batallón Valor
de Infantería Ligera.
No comments:
Post a Comment